Artista

La Belleza es el hecho de la naturaleza

Beauty is nature’s fact.
Emily Dickinson. Poemas

Toda exposición con marcado carácter retrospectivo, aun sin pretenderlo, tiene algo de panegírico sentimental, de recorrido tortuoso por los sentimientos, un denso ejercicio gimnástico de la memoria. El artista, como un dramaturgo ante el telón, se detiene frente al tiempo. Cualquier creador debe estar preparado para gestarlas, puesto que la evocación sigue un hilo conductor, un diagrama estructural donde encajan fragmentos en un entramado de asociaciones emotivas. Un cuadro lleva pegado un trozo de tiempo del pintor, una parte de su biografía. Cada cuadro es una remembranza indeleble de la memoria personal. Sabemos que toda conquista de la personalidad encierra algo de mito. Es, a decir de Mircea Eliade, “el hombre que cobra conciencia de su posición en el universo”. Nuestro héroe, el artista de esta historia, Almagro se apresta a ofrecernos, en los sintéticos poemas visuales de esta muestra, el retrato de su espíritu, las huellas creativas de su vida. Para ordenar las obras Almagro ha contado con la ayuda de Paco Gomariz, con quien ha trabajado para planear un viaje en el tiempo con cuatro trayectorias para la mirada. La naturaleza, un leiv-motiv que se torna protagonista contorneando los lindes del pasado, rige el orden de la mirada. Una naturaleza a la que una y otra vez vuelve el artista en cada uno de sus trabajos para mostrárnosla observada, abstraída, fracmentada, mínima… Bajo su respaldo, como un peregrino, el artista propicia un juego de falsos espejos, subrayado por el título de la exhibición: “Espejo de un tiempo”. Los reflejos no son tales sino nuevas imágenes de un continuum afectivo. Este ir y venir entre las formas reales y su significado oculto nos hace pensar que el artista sucumbe a una programada  técnica poética de correlaciones en la que cada obra invoca, pregunta,  tensiona…Almagro propone más que un juego de reflejos y correspondencias, el juego de lo uno y lo múltiple. El diálogo de lo imaginario y la de la razón. Porque el dominio del imaginario no es el de la anarquía y las creaciones más espontáneas obedecen a ciertas leyes interiores. Un símbolo no es un argumento, pero se inscribe dentro de una lógica, la lógica de los símbolos que encuentra su confirmación en la actividad subconsciente y trascendente del hombre.

 

Los símbolos presentan una cierta perseverancia en la historia de las religiones y de las sociedades, pero también en el psiquismo individual. Las imágenes de los símbolos se encuentran vinculadas a situaciones, a pulsiones, conjuntos análogos que creamos individualmente. En el caso de Almagro vemos que su naturaleza se relaciona reiteradamente en un bucle que se enreda en el tiempo. Aunque su diversidad iconográfica ha crecido de manera extensa, existen vinculaciones entre unas y otras imágenes al engarzarse como eslabones que dan lugar a cadenas especulativas en las que se pone en correlación lo inconmensurable. Recorrer las tres sedes de la exposición nos confirmará que sus cuadros se comunican entre sí conforme a unas determinadas leyes, una correlación y una dialéctica que algunos autores como Théodule Ribot han descrito como la lógica de los sentimientos. Para Almagro la razón debe guiar a la acción para que el gesto atrape las propiedades intrínsecas de cualquier objeto o ser viviente. Su posicionamiento estético, que no se contenta con reproducir el aspecto exterior de las cosas, busca sus líneas internas y fija además las relaciones ocultas que mantienen entre ellas. Lo humano se disuelve en la naturaleza y pasa a formar parte de ella. Su contemplación es una manera de purificación, porque para conseguir la conciliación de los elementos vitales, el artista debe poseer un espíritu acorde con la naturaleza, ya que sólo el hombre que está en paz consigo mismo, como lo está el, puede acercarse a ella decidido, poderoso y limpio a lo largo del tiempo.

Mara Mira